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30 DE ENERO 2018. MARCHA CONTRA EL INDULTO. LAS MAMÁS DE ANFASEP  EN EL MITIN.

Regreso de Ayacucho

Publicado: 2019-03-01

Acabo de regresar de Ayacucho, del museo de ANFASEP, de las palabras de mamá Adelina y mamá Lidia, de las reflexiones de los jóvenes universitarios de la UNSCH, de enterarme que hay un espacio donde víctimas y victimarios comparten memorias, de la comparsa de los Carnavales, de la música y arte tan hermosos, de la lucha siempre tenaz, de donde viene parte de mi familia, de los tantos amigos y recuerdos que tengo, de seguro tantas cosas más, de ese lugar donde se fueron la gran mayoría de las casi 70mil victimas fatales que se llevó el denominado Conflicto Armado Interno; regreso de ahí, a Lima, luego de varios años de lucha, de tantas marchas, y me pregunto: ¿qué ha cambiado?

Creo que varias cosas han cambiado. Considero que estamos en un cambio de época en la historia nacional, pero también en un cambio de época en, al menos, toda Latinoamérica. Pero hablando del Perú, creo que uno de los cambios más importantes de las últimas décadas es la caída –y derrota casi final- del fujimorismo. El fujimorismo, esa expresión política de lo más parecido al fascismo en el Perú, ha marcado en buena parte nuestra historia reciente desde su aparición en los 90s hasta nuestros días. Se han necesitado varias generaciones para que hoy tengamos no solo al ícono de ellos en la cárcel –Alberto Fujimori-, sino también para que su continuadora, Keiko Fujimori, lo esté.

Desde las primeras expresiones de resistencia durante los 90s, la lucha de los familiares, el movimiento democrático, los trabajadores, y en general todos y todas quienes resistieron, pasando por la Marcha de los Cuatro Suyos, luego, en plena democracia (neoliberal) recuperada, pasando por las dos jornadas electorales, del 2011 y del 2016, hasta los tantos días que nos pasamos gritando y protestando frente a la sala donde Keiko Fujimori era acusada por el fiscal José Domingo Pérez, y el juez era Richard Concepción Carhuancho, han pasado muchos años. Todo eso ha hecho un cambio, uno que no es poca cosa.

El fujimorismo ha caído estrepitosamente, y estamos presenciando casi su derrota final. Solo basta recordar, para comparar, que el 2016 casi fue gobierno otra vez, que alcanzó una mayoría aplastante en el Congreso, pero que todo lo fue perdiendo. De los 73 congresistas que tenía, ahora tiene 56 curules, y ni siguiera tiene la Presidencia del Congreso. Es más, en diciembre del 2018 alcanzó un 9% de apoyo en las encuestas. Esa debacle ha sido producto de la lucha de los últimos años, en parte si, pero en verdad ese golpe casi final al fujimorismo ha sido de lo acumulado de décadas, de muchas generaciones, de muchas fuerzas. Y que bien se siente que el APRA haya sido arrastrado en esta desgracia naranja.

Por ello, cuando tengo la suerte de viajar, de hablar con la población, en las protestas, en las marchas, en cualquier momento, me voy enterando como en los sectores populares la alternativa naranja ha perdido casi todos sus adeptos. Los que eran fujimoristas ya no lo son. El golpe de Odebrecht, de la corrupción, ha terminado por generar las condiciones para hundir al fujimorismo. Pero quienes hicieron carne esta indignación fueron las y los miles de marchantes; ahí estuvieron todas las marchas contra el indulto, contra el mismo Kuczynski, contra Keiko Fujimori, contra la corrupción; todo eso, en el marco de una lucha de años, ha dado frutos. Como consecuencia de ello, ahora, los sectores populares van buscando una nueva alternativa en que creer.

Estamos en un cambio de época. Toda la política nacional puede reconfigurarse en importante medida con la salida del fujimorismo; pero esto no quiere decir que todo se vaya a ir a la izquierda, o al progresismo democrático, pues también asoman amenazas –y alternativas- reaccionarias y conservadoras. Se abre la disputa por el futuro político del país, pero no solo hacia el 2021, sino también hacia las siguientes décadas, pasando inclusive por el Bicentenario. Ese es nuestro reto.

Si hay cambios, pero también el Perú sigue siendo el mismo, estructuralmente. Hay a pesar de todo aún mucho por que luchar, sin embargo también vale la pena valorar todo lo trajinado, las tantas marchas recorridas, donde las mamás de ANFASEP también estuvieron. Creo que este cambio nos da mejores condiciones, una mayor oportunidad. Habernos –al parecer finalmente- sacado ese tapón naranja no ha sido sencillo; pero la lucha continúa, y creo que, en medio de todo, es posible impulsar una alternativa política democrático-progresista, patriótica y anti-neoliberal en el Perú.

De regreso de Ayacucho, un poco apurados, al final de la reunión en ANFASEP, mamá Adelina se me acerca, y me dice, entre sonrisas, que no me había reconocido –pues estoy con el pelo corto-; hablamos un ratito y nos despedimos como siempre, con abrazo y beso. Hay cambios, pero también hay cosas que no cambian.


Escrito por

Gabriel Salazar Borja

Gabriel Salazar Borja (1984). Sanmarquino, zurdo, interesado en la historia y la política.


Publicado en

El militante que escribe

Escritos de un común militante de las izquierdas -de la revolución. De Perú, eso sí. Espero ser ágil; no prometo. ¿Temas? De todo, un poco.